El queso es uno de esos alimentos que rara vez falta en la nevera: acompaña desayunos, comidas y cenas con una versatilidad única. Pero hay una pregunta que muchos se hacen en casa, sobre todo cuando sobra más de la cuenta: ¿se puede congelar el queso sin que pierda su sabor y su textura?
La idea de congelar el queso puede parecer práctica para alargar su vida útil, pero no todos los quesos reaccionan igual al frío extremo. Algunos conservan bastante bien sus propiedades, mientras que otros cambian de forma notable su consistencia o incluso pierden parte de sus matices.
En este artículo analizaremos los pros y contras del queso congelado, qué tipos de queso se pueden congelar —desde la mozzarella hasta el queso fresco de Burgos o el queso curado de oveja— y cómo hacerlo de la manera correcta para aprovecharlo al máximo. Una guía clara y práctica para que disfrutes de este alimento sin desperdicios, pero también sin sorpresas desagradables.
Curiosidad del queso congelado
Aunque muchos piensan que congelar el queso es algo moderno, la práctica lleva décadas utilizándose en la industria alimentaria para evitar desperdicios y facilitar el transporte a largas distancias. Lo interesante es que, al descongelarlo, la textura nunca vuelve a ser exactamente la misma: los cristales de hielo que se forman rompen parte de su estructura interna, lo que explica por qué un queso fresco descongelado resulta más acuoso, mientras que un curado puede volverse más quebradizo. Por eso, la congelación del queso es más un recurso de conservación que una forma de mantenerlo en su punto óptimo de degustación.
Fuente en relación al queso congelado: https://dialnet.unirioja.es/servlet/tesis?codigo=27543
¿Se puede congelar el queso?
La respuesta corta es sí, se puede congelar el queso, pero no todos los tipos reaccionan de la misma manera. La estructura y el sabor del queso dependen en gran medida de su composición, por lo que el efecto del congelado puede variar desde apenas perceptible hasta un cambio radical en su textura.
Factores a tener en cuenta
Contenido de agua: los quesos frescos y blandos (como el queso fresco de Burgos, la burrata o la mozzarella) contienen mucha agua. Al congelarse, se forman cristales de hielo que rompen su estructura, provocando que al descongelar se vuelvan más acuosos y pierdan firmeza.
Grasa: los quesos con mayor porcentaje de grasa, como los curados, suelen tolerar mejor la congelación, aunque pueden volverse más quebradizos.
Curación: cuanto más curado está un queso, más estable suele ser al congelarse, ya que contiene menos agua.
Textura: los quesos azules, como el cabrales, pueden mantener su sabor intenso tras la congelación, pero su consistencia se ve alterada.
Conservar en frío vs. congelar
Es importante diferenciar entre conservar en frío (en la nevera) y congelar. Guardar el queso en la nevera mantiene sus propiedades prácticamente intactas durante un periodo razonable, mientras que congelarlo alarga mucho más su vida útil, pero a costa de sacrificar parte de su textura y, en algunos casos, de su aroma.
En definitiva, congelar el queso es una solución práctica para evitar desperdicios, siempre que se elija el tipo adecuado y se asuma que la experiencia al degustarlo puede no ser exactamente la misma.
El queso después de congelar, no vuelve a ser el mismo

Pros y contras del queso congelado
Congelar el queso puede parecer la solución perfecta para alargar su vida útil, pero como todo método de conservación, tiene ventajas y limitaciones que conviene conocer antes de aplicarlo.
✅ Pros del queso congelado
Mayor vida útil: al congelarse, el queso puede conservarse durante varios meses sin riesgo de estropearse, lo que ayuda a planificar mejor el consumo.
Reducción de desperdicio: es una opción práctica cuando sobra queso o se ha comprado en grandes cantidades, evitando que acabe en la basura.
Disponibilidad: permite tener siempre a mano quesos para cocinar, especialmente aquellos que se utilizan rallados o fundidos.
❌ Contras del queso congelado
Alteración de la textura: los quesos frescos se vuelven más blandos y acuosos, mientras que los curados pueden volverse más quebradizos tras el descongelado.
Pérdida de matices aromáticos: el frío extremo puede atenuar los aromas más delicados, reduciendo la experiencia sensorial.
Posible desmoronamiento: en quesos como el cabrales o algunos curados, la estructura puede romperse y dificultar el corte.
En resumen, el queso congelado es un recurso útil para conservar y aprovechar mejor este alimento, aunque nunca sustituirá a la frescura y la textura original de un queso recién comprado.
Qué tipos de queso se pueden congelar (y cuáles no)
Congelar queso fresco
El queso fresco es uno de los que peor tolera la congelación debido a su alto contenido en agua. Al descongelarse, libera suero y adquiere una textura más blanda y granulosa, perdiendo la firmeza característica.
En el caso del queso fresco de Burgos, ocurre lo mismo: puede congelarse para evitar desperdicios, pero al consumirlo se notará más acuoso y con menos consistencia. Por ello, si se opta por congelarlo, lo más recomendable es usarlo posteriormente en recetas cocinadas, como tartas saladas o rellenos, en lugar de comerlo directamente en crudo.
Congelar mozzarella y burrata
Tanto la mozzarella como la burrata tienen un alto contenido en agua, pero reaccionan de forma distinta al congelado.
Congelar mozzarella: al descongelar, su textura se vuelve menos elástica y pierde parte de su jugosidad. Sin embargo, sigue siendo perfectamente válida para recetas en caliente, como pizzas, lasañas o gratinados, donde se funde sin problemas.
Burrata congelada: es uno de los casos más delicados. Al descongelarla, la parte cremosa de su interior pierde la untuosidad y se convierte en un líquido más acuoso. Por eso, no se recomienda congelarla si el objetivo es degustarla fresca.
Congelar queso de cabra
El queso de cabra puede congelarse, pero el resultado dependerá de su grado de maduración.
Queso de cabra fresco: al tener bastante agua, se comporta de forma similar al queso fresco de vaca. Tras la descongelación, puede perder consistencia y resultar más blando y húmedo.
Queso de cabra curado: al tener menos humedad, resiste mejor la congelación. Puede volverse algo más quebradizo, pero conserva gran parte de su sabor.
Congelar queso curado
En general, los quesos curados soportan mejor el proceso de congelación, ya que contienen menos agua y más materia grasa. Aun así, pueden volverse más secos o fragmentarse al cortarlos después de descongelar.
Un caso concreto es el del queso curado de oveja, que sí se puede congelar con un resultado aceptable. Se recomienda rallarlo o cortarlo en porciones antes de congelarlo, para aprovecharlo en guisos, gratinados o salsas una vez descongelado.
Congelar queso cabrales
El queso cabrales, como la mayoría de los quesos azules, puede congelarse, pero su estructura cambia. Su sabor intenso se mantiene, pero la textura se vuelve más blanda y menos compacta, con riesgo de que se desmorone.
Por ello, congelar cabrales puede ser útil si se va a utilizar en salsas, cremas o recetas cocinadas, pero no es la mejor opción si se quiere disfrutar en una tabla de quesos.
El queso rallado al vacío se conserva mejor

Consejos para congelar queso correctamente
La congelación puede ser un buen recurso para alargar la vida del queso, siempre que se haga de la manera adecuada. Estos son algunos consejos prácticos para obtener mejores resultados:
1. Preparar el queso antes de congelar
Trocear o rallar: cortar el queso en porciones pequeñas o rallarlo facilita el uso posterior y evita tener que descongelar una pieza entera.
Envasar al vacío o envolver bien: lo ideal es envasar al vacío. Si no es posible, cubrir cada porción con film transparente y guardarla en una bolsa de congelación, retirando el máximo de aire.
Etiquetar: anotar la fecha de congelación ayuda a controlar el tiempo de conservación.
2. Tiempo máximo de congelación recomendado
El queso no debe permanecer indefinidamente en el congelador. Como orientación:
Quesos frescos o blandos: hasta 2 meses.
Quesos curados o semicurados: entre 6 y 8 meses.
Quesos azules (como el cabrales): hasta 3 meses.
Pasados estos plazos, el producto no estará en mal estado, pero perderá calidad sensorial.
3. Cómo descongelar el queso
En la nevera: lo más recomendable es descongelar el queso lentamente, pasándolo del congelador al frigorífico durante varias horas. De esta manera se reduce la pérdida de agua y se mantiene mejor la textura.
No usar microondas ni calor directo: el descongelado rápido rompe aún más la estructura interna, generando un queso gomoso o reseco.
Consumo inmediato: una vez descongelado, es preferible utilizarlo lo antes posible y no volver a congelarlo.
Con estos cuidados, incluso quesos más delicados como la mozzarella o el queso fresco de Burgos pueden aprovecharse en recetas cocinadas tras la congelación.
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Alternativas a congelar el queso
Aunque el queso congelado puede ser útil en algunos casos, existen métodos de conservación más recomendables que permiten disfrutarlo en mejores condiciones, sin alterar tanto su textura y su sabor.
Conservación en nevera según el tipo de queso congelado
Cada queso necesita un cuidado diferente:
Quesos frescos (como el Burgos o la mozzarella): deben mantenerse en la parte más fría del frigorífico, bien cubiertos y consumirse en pocos días.
Quesos semicurados y curados: se conservan mejor en la zona central de la nevera, envueltos en papel alimentario o en recipientes específicos.
Quesos azules (como el cabrales): conviene guardarlos en recipientes herméticos para evitar que su aroma impregne otros alimentos.
Uso de papel encerado, bolsas de conservación o envases herméticos para el queso congelado.
El papel encerado o vegetal es ideal para envolver el queso, ya que protege sin impedir que respire. Posteriormente, puede colocarse dentro de una bolsa de conservación o un envase hermético para alargar su frescura. En cambio, envolver directamente en plástico puede atrapar demasiada humedad y favorecer la aparición de moho.
Rotación y consumo responsable. Cuidado con el queso congelado.
Una buena práctica es comprar queso en cantidades ajustadas al consumo real y aplicar la regla de rotación: consumir primero los quesos que llevan más tiempo en la nevera. De esta manera se evita recurrir al congelador y se disfrutan los quesos en su mejor momento.
En definitiva, conservar bien los quesos en la nevera es la mejor alternativa para mantener sus cualidades, siempre que se tenga en cuenta el tipo de queso y el uso que se le va a dar.
Conclusión: congelar sí, pero con criterio
La congelación puede ser una solución práctica para alargar la vida útil del queso y evitar desperdicios, pero conviene recordar que no todos los quesos reaccionan igual al frío extremo. Los frescos y de alta humedad, como la burrata o el queso fresco de Burgos, son más sensibles y pierden textura, mientras que los curados o el queso de oveja pueden resistir mejor, aunque con ligeras alteraciones.
En cualquier caso, la clave está en partir de un producto de calidad: los quesos artesanales y de proximidad ofrecen mejores resultados incluso si se congelan, porque conservan mejor sus matices y propiedades.
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